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LA PATRÍSTICA

 
Se llama patrística a la especulación de los padres de la Iglesia, en los primeros siglos del cristianismo. El propósito de los cristianos no es intelectual ni teórico. San Juan o San Pablo, a pesar de la extraordinaria profundidad de sus escritos, no intentan hacer filosofía; otra cosa es que la filosofía tenga que ocuparse ineludiblemente de ellos. Pero poco a poco, de un modo creciente, los temas especulativos van adquiriendo lugar en el cristianismo. Sobre todo, por dos estímulos de índole polémica: dos religiosas se interpretan, se elaboran, se formulan en dogmas. Los primeros siglos de nuestra era son los de la Constitución de la dogmática cristiana. Que junto a la interpretación ortodoxa surgen abundantes herejías, que obliga a una precisión conceptual mayor para discutirlas, rechazarlas y convencer a los fieles de la verdad auténtica. La dogmática se va haciendo al hilo de la lucha contra los numerosos movimientos heréticos. Por otra parte, los paganos prestan una tardía atención a la religión de Cristo. Al principio les parecía una secta extraña y absurda, que no distinguían bien del judaísmo, formada por hombres casi dementes, que adoraban a un Dios muerto, y en suplicio, de los que se contaban las historias más sorprendentes y desagradables. Cuando San Pablo habla en el areópago a los refinados y curiosos atenienses del siglo I, que solo se interesaban por decir u oír algo nuevo, lo escuchan con atención y cortesía mientras les habla de Dios desconocido que ha ido a anunciarles; pero cuando nombra la resurrección de los muertos, unos se ríen y otros dicen que otra vez lo oirán hablar de aquello, y casi todos lo abandonan. Es conocida la casi total ignorancia del cristianismo que muestra un hombre como tácito. Luego, el cristianismo va adquiriendo mayor influjo, llegan las clases elevadas, y el paganismo se hace cuestión de él. Entonces empiezan los ataques intelectuales, de los que la nueva religión tiene que defenderse del mismo modo, y para ello tiene que echar mano de los instrumentos mentales que están a su alcance: los conceptos filosóficos griegos. Por esta vía, el cristianismo, que muchas de sus figuras de primera hora muestran una hostilidad total a la razón (el ejemplo famoso es Tertuliano), acaba por incorporarse la filosofía griega para servirse de ella, apologéticamente, en la defensa contra los ataques que desde su punto de vista se dirigen.
 
En el cristianismo se ve obligado, pues, primero a una formulación intelectual de los dogmas, y en segundo lugar a una discusión racional con sus enemigos heréticos o paganos. Este es el origen de la especulación patrística, cuyo propósito, repito, no es filosófico, y que solo con restricciones puede considerarse como filosofía.

LAS FUENTES FILOSOFICAS DE LA PATRISTICA

Los padres de la Iglesia no tienen un sistema definido y riguroso. Toman del pensamiento helénico los elementos que necesite en cada caso, y además hay que tener en cuenta que su conocimiento de la filosofía griega es muy parcial y deficiente. En general, son eclécticos: eligen de todas las escuelas paganas lo que les parece más útil para sus fines. En Clemente de Alejandría se encuentra una declaración formal del eclecticismo. Pero, desde luego, la fuente principal de que se nutren es el neoplatonismo, que ha de influir tan poderosamente edad media, sobre todo hasta el siglo XIII, en que su importancia va palidecer ante el prestigio de Aristóteles. A Trávez de los neoplatónicos (Plotino, Porfirio, etc.) conocen a Platón, de un modo poco preciso, y se esfuerzan por descubrirme analogías con el cristianismo; ya Aristóteles no saben demasiado; los filósofos latinos, Séneca, Cicerón, son más conocidos, y en ellos se encuentran un repertorio de ideas procedentes de toda la filosofía griega.

LOS PROBLEMAS

Las cuestiones que más preocupan a los padres de la Iglesia son los más importantes de las que plantea el dogma. Los problemas filosóficos (y esto ocurre también en la Edad Media) están impuestos casi siempre por una verdad religiosa, revelada, que exige interpretación racional. La razón sirve, pues, para esclarecer y formular las dogmas, hola para defenderlos. La creación, la relación de Dios con el mundo, el mal, el alma, el destino de la existencia, el sentido de la redención, son problemas capitales de la patrística. Y al lado de ellos, cuestiones estrictamente teológicas, como las que se refieren a la esencia de Dios, a la Trinidad de personas divinas, etc. Por último, en tercer lugar aparecen los moralistas cristianos, que van a ir estableciendo las bases de una nueva ética que, aunque utiliza conceptos helénicos, se funda, en lo esencial, en la idea de pecado, en la gracia y en la relación del hombre con su creador, y culmina en la idea de la salvación, ajena del pensamiento griego.

 Estos problemas son manejados por una serie de mentes, con frecuencia de primer orden, que no siempre se mantienen en la línea de la ortodoxia, sino que a veces caen en la herejía. Recogeremos brevemente los momentos más importantes de la evolución que culmina en el pensamiento genial de San Agustín: Los gnósticos, apologetas, San Justino y Tertuliano, los alejandrinos (Clemente y orígenes), los padres capadocios, etc.

LOS GNÓSTICOS

El principal de los movimientos heréticos de los primeros siglos es el gnosticismo. Tiene relación con la filosofía griega de la última época, en especial con ideas neoplatónicas, y también con el pensamiento del judío helenizado Filón, que interpretaba alegóricamente la Biblia. El gnosticismo, herejía cristiana, está igualmente en conexión estrecha con todo el sincretismo de las religiones orientales, tan complejo e intrincado al comienzo de nuestra era. El problema gnóstico es el de la realidad del mundo, y más concretamente del mal. La posición gnóstica es de un dualismo entre el bien (Dios) y el mal (la materia). El ser divino produce por emanación una serie de eones, cuya perfección va decreciendo: el mundo es una etapa intermedia entre lo divino y lo material. Esto hace que los momentos esenciales del cristianismo, como la creación del mundo, la redención del hombre, adquieran un carácter natural, como simples momentos de la gran lucha entre los elementos del dualismo, lo divino y la materia. Una idea fundamental gnóstica es la de la άποκατάστασς πάντων, la restitución de todas las cosas a su propio lugar. El saber gnóstico no es la ciencia en el sentido usual, y tampoco es la revelación, sino una ciencia o iluminación especial superior, que es la llamada gnôsis (γνωσις). Evidentemente, estas ideas solo pueden conciliarse con los textos sagrados cristianos recurriendo a la interpretación alegórica muy forzada, y por esto caen los gnósticos en la herejía. En estrecha relación con ellos hay un movimiento, que se ha llamado gnosis cristiana, que los combate con gran agudeza. La importancia del gnosticismo, que llegó a constituir como una Iglesia heterodoxa al margen, fue muy grande, sobre todo hasta el Concilio de Nicea, en el año 325.

LOS APOLOGETAS

Frente a las desviaciones cristianas, y sobre todo frente a la polémica pagana, los apologetas hacen esforzadamente la defensa del cristianismo. Los dos más importante son Justino, que sufrió el martirio y fue canonizado, y Tertuliano. Posteriores, y de menor importancia, son Cipriano, Arnobio y Lactancio, que vivieron del siglo II al IV. Justino es escritor de lengua griega, y Tertuliano, latino, del África romanizada, de Cartago, como después lo fue San Agustín. Y se encuentra en ellos una profunda oposición en su actitud ante la cultura griega, y en especial la filosofía.

Justino (Flavia 100 d.C. - Roma 168 d.C.) procedia de ella; la conoció y la estudió antes de convertirse al cristianismo. Y la utiliza para exponer la verdad cristiana, sirviéndose constantemente de las ideas helénicas, que intenta poner de acuerdo con la revelación. Hay en él, por tanto, una aceptación del pensamiento racional de los gentiles, que contrasta con la hostilidad de Tertuliano.

Tertuliano (Cartago 160 d.C. - Cartago 220 d.C.), escribió varios libros importantes: Apologeticus, De idolatria, De anima. Fue un enemigo ardiente del gnosticismo y de toda la cultura de la gentilidad, incluso de la misma ciencia racional. Al volverse contra los gnósticos que usaban los recursos de la filosofía, se vuelve contra ella misma. Hay una serie de frases famosas de Tertuliano, que afirman la certeza de la revelación fundándola precisamente en su incomprensibilidad, en su imposibilidad racional, y que culminan en la expresión que tradicionalmente le es atribuida, aunque no se encuentra en sus escritos: Credo quia absurdum. Pero ni esta opinión, entendida en rigor, es admisible dentro del cristianismo, ni las doctrinas de Tertuliano, apologeta encendido, áspero y elocuente, son siempre irreprochables. Por ejemplo, las que se refieren al traducianismo del alma humana, que procedería, por generación, de la de los padres. Esta doctrina tenía sobre todo a explicar la trasmisión del pecado original. Con todo, y en medio de su apasionada oposición a la especulación helénica, Tertuliano le debe mucho, y a sus escritos están penetrados del influjo de los filósofos griegos.

LOS PADRES GRIEGOS

El gnosticismo fue combativo de un modo especialmente inteligente por una serie de Padres de Formación y lengua griega, desde San Ireneo (siglo II) hasta fines del siglo IV. En San Ireneo, uno de los primeros fundadores de la dogmática en Oriente, se opone a la fe a la iluminación especial de los gnósticos, la pístis a la gnôsis. Es un momento especialmente importante la vuelta a la seguridad de la tradición revelada, a la continuidad de la Iglesia, amenazada por el movimiento gnóstico.

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA

Clemente de Alejandría (en latín: Titus Flavius Clemens, nació en Atenas, c. 150 - Capadocia (Palestina) c. 215), fue un destacado maestro de Alejandría. Escribió los Stromata, un libro eclético lleno de ideas filosóficas griegas. Valora de un modo enorme la razón y la filosofía; tiende a una comprensión, a una verdadera gnosis, aunque cristiana, subordinada a la fe revelada, que es el criterio supremo de verdad, y la filosofía es una etapa previa para llegar a ese saber más alto que ninguno. Clemente murió a principios del siglo III en Palestina.

ORÍGENES

Orígenes de Alejandría (en griego Ὠριγένης, nació en Alejandría c. 184 - Tiro (Fenicia) c. 253), fue discípulo de Clemente, escribió una obra capital: Περί άρχών, De principiis. Está también lleno de influencias griegas, más aún que su maestro; recoge todo el mundo de ideas que fermentaban en el siglo III en Alejandría. Aristóteles, Platón y los estoicos, transmitidos sobre todo por Filón y los neoplatónicos, son sus fuentes. En Orígenes tiene una significación especial la doctrina de la creación, decisiva para toda la filosofía posterior, que interpreta rigurosamente como producción del mundo de la nada, por un acto de libre voluntad de Dios. Con esto se opone netamente la creación a toda generación o emanación, y se marca la separación clara del pensamiento cristiano y el griego. Pero Orígenes no estuvo tampoco libre de la heterodoxia, que amenazaba siempre en aquellos primeros siglos de insuficiente precisión dogmática, en que la Iglesia aun no poseía el cuerpo doctrinal maduro, que solo empezará a existir a partir de la teología agustiniana.

Después de Alejandría, Antioquía y Capadocia son los centros en que florece más la teología de Oriente. Una serie de herejías, especialmente el arrianismo, el nestorianismo y el pelagianismo, dan ocasión a una serie de controversias, trinitarias, cristológicas y antropológicas, respectivamente. El arrianismo fue combatido por San Atanasio, obispo de Alejandría (siglo IV), y por los tres padres capadocios, San Gregorio de Nisa, su hermano San basilio el Grande y San Gregorio Nazianceno, que tuvieron una importancia extraordinaria para la formación de la dogmática y la moral cristianas. En Occidente, San Ambrosio, el famoso obispo de Milán.