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HERACLITO

 

VIDA Y CARACTER

Heráclito de Éfeso, en griego Ηράκλειτος του Εφέα ó Herákleitos ho Ephésios(nació en Éfeso ciudad de Jonia en el 540 a.C. - 480 a.C.). Era de Éfeso, en el Asia Menor. Vivió entre los siglos VI y V. Se dice que era de la familia real de Éfeso y estaba llamado a regir la ciudad, pero renunció y se dedicó a la filosofía. Se plantean delicados problemas de cronología entre Jenófanes, Parménides y Heráclito. Son aproximadamente contemporáneo, pero Heraclito se mueve dentro de la dialéctica parmenidea del ser y el no ser, y, por tanto, se puede considerar filosóficamente como sucesor de Parménides. Heráclito despreciaba a la muchedumbre y condenaba los cultos y ritos de la religión popular. Teofrasto lo llaman "melancólico". los griegos le dieron, por su estilo un tanto sibilino, el sobrenombre de "Heráclito el Oscuro". Dice el oráculo de Delfos que ni manifiesta ni oculta su pensamiento, sino que lo indica por signos. Y esto se podría aplicar tal vez a sus escritos.


EL DEVENIR

Lo que mas importa es caracterizar la metafísica de Heráclito y situarla dentro de la evolución de la filosofía posterior a Parménides. Heráclito afirma taxativamente la variación o movimiento de las cosas: πάντα ρει, todo corre, todo fluye. Nadie se puede bañar dos veces al mismo rio, porque el rio permanece, pero el agua ya no es la misma. La realidad es cambiante y mudable. por esto la sustancia primordial es el fuego, la menos consistente de todas, la que más fácilmente se transforma. Además _dice_, la guerra es el padre de todas las cosas, πόλεμος πατήρ πάντων. Es decir, la discordia, la contrariedad, es el origen de todo en el mundo. El mundo es un eterno fuego que se transforma. Como lo igual se conoce por lo igual, según un viejo principio de conocimiento, el alma seca, la que se parece al fuego, es la mejor de todas y la que mejor conoce: el alma del sabio. El alma Húmeda, como barro, es un alma inferior.

A primera vista, no cabe mayor oposición con Parménides. Parece que Heráclito invierte los términos rigurosamente y hace de las cosas constitutiva movilidad. Aunque así fuera, sería demasiada oposición para no interpretarla como una relación estrecha; pero, además, hay que reparar en algunas cosas. En primer lugar, Heráclito habla del mundo, del cosmos, y Parménides también reconocía el movimiento y la pluralidad en el mundo: lo que negaba es que eso tuviera nada que ver con el ente. En cambio, hay toda una serie de textos con un sentido completamente distinto.

Ante todo. Heráclito dice que es juicioso "confesar que todas las cosas son uno". Por otra parte, el noûs es común a todos. Estas afirmaciones suenan de un modo bien diferente, y tienen claras resonancias parmenideas. Pero todavía hay más: Heráclito introduce un nuevo concepto, del que afirma predicados tradicionales en la filosofía de Parménides. Este concepto es del σοφόν (sophón).

Τό σοφόν

Heráclito habla de lo sabio, en forma neutra. No es el sabio ni la sabiduría. De este sophón dice, desde luego, que es uno, y que es siempre. Además, es separado de todas las cosas. Como se ve, los predicados del sophón y los del ente de Parménides son los mismos. Heráclito advierte que debemos seguir lo común, y esto común es el noûs, según hemos visto. Esto resulta especialmente claro teniendo en cuenta el fragmento que dice: "Lo que velan tienen un mundo común, pero los que duermen se vuelven cada uno a su mundo particular".

Es evidente el sentido de estos textos. veamos una nueva escisión en dos mundos: el hombre vigilante, que sigue lo común, el noûs; es el que llega a "lo sabio", que es uno y siempre. En cambio, hay el mundo del sueño, que es el mundo particular de cada uno, en suma, la opinión. Aquí es donde todo es cambio y devenir. la clave de esta dualidad nos la daría tal vez una de la más expresiva frases de Heráclito: φύσις κρύπτεσθαι φιλει, la naturaleza gusta de ocultarse. El mundo oculta el sophón, que es lo que verdaderamente es, separado de todo. Es menester descubrirlo, desvelarlo, y eso es precisamente la άλήθεια, la verdad. Cuando el hombre la descubre se encuentra con los predicados del ente de Parménides.

El hombre, como cosa del mundo, está sujeto al devenir, pero posee ese algo común, especialmente si tiene el alma seca, y entonces tiende al sophón, a lo divino. No es sophón - esto sería convertirse en Dios, sino solo filósofo. El hombre se vuelve a encontrar, como en Parménides, en el dilema interior, en la antimonia de su ser perecedero (las opiniones de los mortales, el «todo fluye») y su ser eterno e inmortal (el ón y el noûs, el sophón).

Vemos, pues, el sentido más general de la filosofía de Heráclito. Es un intento de interpretar el movimiento, radicalizándolo, convirtiéndolo todo en mutación continua, pero teniendo buen cuidado de distinguirlo del σοφόν separando de todo. El ser queda separado de todo movimiento y de toda multiplicidad. Estamos en el ámbito de la metafísica de Parménides.